viernes, 25 de junio de 2010

LA TRAICIÓN DE LOS GALLOS DEL AMANECER





Hay tramas que se tejen con hilos de pureza
salvaje, hay pactos que atraviesan el dolor,
hay cuerpos más importantes que la vida, pero
no, no hay conjuro que detenga el amanecer.
Aún así los amantes se acogen a los últimos
jirones de la noche, elevan frente al alba
la estatura de sus súplicas. Mirad:
merecerían que nunca rompiera la aurora.
Ella se vierte desde el vestido consumida
por la belleza, habla en un delicado código
de evasión y lluvias. Él quiere aprenderla
con diez labios, conocer para siempre la savia
del prodigio. Desean que todo sea encuentro:
rehuyen la obediencia (allá los obedientes:
ellos también tendrán desasosiego) y pugnan
por volverse la misma cosa: noche en la noche,
agua en la corriente, puzzle de una sola pieza.
Se dicen: no nos moveremos nunca de aquí.
Se dicen: nuestros cuerpos no se evaporarán.
Se dicen otras palabras sin putrefacción,
recién nacidas, sanadoras, susurros como
un delirio o un sueño. Pero no, no hay excepciones,
no hay conjuro que detenga el amanecer,
sus agujas de nieve. Ellos son en esta hora
los más osados de entre los combatientes,
los más hermosos caídos en la sublevación.




David Eloy Rodríguez


1 comentario:

Asturiela dijo...

"nosotros nacimos en la oscuridad, pero la luz volverá algun dia. para los que ríen , para los que lloran, para mí y para tí mi amor".