viernes, 1 de octubre de 2010

Pero, quién puede sellar tus labios...




Pero, quién puede sellar tus labios memoria,
quién confortar la cadencia del adiós.
Y quién cincela la blanca herida.
Dos ojos incandescentes acarician mudos labios
y devoran las entrañas del pubis.
Abrazan indolentes el momento.
Son partícipes del candente secreto.
Se ha traspasado el doble espejo y su plural eco
en el bogar por la cresta de las olas.
Rasgaron el día los versos,
no sabían de ecos
y en su amor por lo clandestino
vieron declinar septiembre: gris y frío.
La mirada desgarrada por la palabra
caminó lenta y le hizo un quiebro al azahar.
Y posó desnuda en la tarde.
Desafió su máscara.
Se sintió fuerte con el cierzo
y en su afán fue destino y belleza.
Paciente se dejó mecer
y los recuerdos oscilaron en sus dedos.
Fue su última pasión.
La caricia, fulgor de un sueño.



Enrique Villagrasa


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