jueves, 17 de marzo de 2011

CAPACIDAD DE ABISMO



P. D. La Rochelle

Vuelvo a vagar por las calles de mi juventud,
qué decir de mi futilidad y estupidez:
que es difícil amarse en una habitación a cero grados;
así destruyo los vínculos, me refocilo en el fracaso.
Como si nadie contestara a mis cartas
he fingido compañía esteparia y observo los cometas:
un placer remansado y senil.
Toda mi vida, simulación de angustia,
¿de angustia?, ¡qué cinismo más efervescente!,
¡vulgar y salobre casa de Vanidad, Casa de citas!
Esta ciudad me pertenece en toda su soledad,
sólo tengo que andar y creo una distancia.
Un hombre detrás de una persiana, es invierno de guerra,
¿qué pensará de mí?,
pero ambos somos igual de soñadores,
tanto como nuestro pánico permite.
¿Son necesarios los gestos del amor
para que el genio del amor nos avasalle?
No sé, envejecer es soltar finalmente
la presa por la sombra, no sé, lo he dicho tantas veces,
tan borracho, de alcoholes y enigmas,
que quizá la lujuria haya sido mi ciencia.
Por ejemplo, en una mujer siempre me retiene la coquetería,
el cálculo personal del abandono,
y es tan bestial cuando alguien se abandona,
es como una liebre sola en un barbecho
en el tiempo de la veda, en el tiempo vedado.
Entraba en la casa, dejaba caer su vestido de raso,
toda su imaginería, su religión, sus pestañas postizas,
y era la fraternal simpatía ante el mármol.
Las mujeres, y ahora los cometas.
Llueve otra vez.
Escucho con infinito gozo mis latidos. Un hábito de fe.
Con infinito gozo mis latidos.
Por aquella época yo era un snob
y por lo tanto un simple demagogo.
Mis espejos la confundieron,
(una imagen repetida provoca la dispersión);
aunque a decir verdad yo abusaba de los diminutivos
y eso es mortal para la gente que cree en la ternura.
¿Durante cuánto tiempo mostraré la casa desvalijada,
confesaré mis vidas, entre humo y efluvios,
a los escasos noctámbulos que todavía recluto con mi verbo?
Qué poca paz en tanto sufrimiento,
¿soy un hombre en la sombra o soy la sombra? No sé,
esta ciudad me pertenece,
sólo tengo que andar y creo la soledad,
paso a paso me alejo de mí mismo o del que estuvo atrás.
Volver a las migajas de mi estudio,
al moho de mis lecturas y mis versos,
qué la luz no me sorprenda, qué no amanezca aún,
regresar al hogar: ¡qué sentido del humor el mío!

Una narración inacabada, el sol feroz,
el sol de la justicia, mis pasos, mis latidos…
Mi debilidad, mi gozo, el infinito.



Ángel Petisme


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