miércoles, 25 de abril de 2012

Aseguro una mañana de domingo





Aseguró una mañana de domingo,
clavada su amarga mirada
en una pestaña caída en la leche, a la hora del desayuno,
que ya no le importaban las moscas,
los autobuses, ni recorrer las calles,
y que tampoco le interesaba coger el teléfono.
La mujer, morena, no replicó,
limitándose a mirar al hombre
con quien ha convivido veinte años
y dominando la tentación
de sacar los álbumes de fotografías
y las viejas colecciones de mariposas.
Se incorpora cansada, y mira al cielo
a través de la ventana,
suspirando como si una sombra delicada
acabara de cortar la niebla de noviembre.
¿Te irás?
Él susurró que no hay a donde ir.
¿Entonces?
El hombre se encoge de hombros.
Ni siquiera es capaz de llorar.
¿Recuerdas cuando nos queríamos?
El dice que no. Porque recordar es un infierno, amor mío.




José Luis Rodríguez García



1 comentario:

Karacharaka dijo...

muy bien, pero no quiero más tristeza, el próximo poema de tristeza se te quedará pegada