viernes, 11 de mayo de 2012

MENDIGO






Pequeño y arrugado que pasas invisible,
arrastrando los pies, junto al muro de piedra,
buscando un hueco al sol,
rodeado de perros hambrientos de  caricias,
con séquito de moscas
que se acercan golosas a robar tus migajas.
Altivo y humillado,
nunca extiendes la mano.
Sólo quieres la calle y tu propio silencio.
¿Dónde pones los ojos?
¿Qué murmuras?
¿A quién maldices?
Quizás sólo a tu sombra
que no te deja en paz,
que te persigue,
implacable testigo de tu vida.


María Dolores Tolosa






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